Esencial.
Con ojos inocentes y sin conocer los sabores y olores que el arte deja en nuestras mentes una vez que lo probamos, creemos qué el mundo artístico es parte de mundos selectos, o de mentes cultivadas para entenderlo.
Pero para comprender no necesitamos tanto como se cree, quizá en un punto de análisis y critica sí, pero para observar y sentir, definitivamente no.
En el paraíso de la policromía, la observación es la espada que gana la batalla, cuando nos cautiva una expresión artística. Cuando una huella visual del pasado o del presente se cruza en nuestra vida son nuestros ojos recibiendo el discurso del artista y dejando que éste hable, nos convence a querer saber más.
Ese "más" se vuelve una lección quizá, una introducción involuntaria a un mundo de formas e imágenes que incomprendidas de su técnica y el "cómo" nacieron para plasmar algo, se percibe una necesidad, una curiosa motivación de seguir en el camino de la observación.
La contemplación se vuelve esencial, la observación desmenuza y genera preguntas. El arte requiere una introspección de quién lo recibe.
¿Alguna vez mirando un cuadro, escultura, fotografía has sentido emoción o incomodidad?
Esa es una reacción a un discurso que nos genera una respuesta, es entonces cuando podemos decir y entender que el artista sobrepaso la razón primera de su obra que es su propio diálogo, y es que, a través de el, comunicó y hubo una respuesta emocional del publico.
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